lunes, 5 de abril de 2010

Ética y moral en la política

En estos días convulsos, donde la ética y la moralidad (ethĭcus, y mos del latín respectivamente) en general de las personas, y en particular de los políticos queda en entre dicho, se hace mas hincapié en pararnos en el camino, y reflexionar que estamos haciendo mal. Auto reflexión, pensamientos, principios y valores de pertenencia a un partido político, o asociación que implique una responsabilidad añadida, son términos que viene bien analizar.

La política, como todas las facetas de la vida, no es un departamento estanco, donde no se ve afectado por conductas indecorosas y sospechosas, sino todo lo contrario. Es más, parece un espejo de nosotros mismos, de nuestra sociedad, de nuestras debilidades y de acciones algunas un tanto cuestionables. Con una crisis de valores, en lo social y humano un tanto preocupante, el arquetipo de lo correcto, la austeridad, la veracidad, lealtad, tolerancia, perseverancia, abnegación parece que quedan en un segundo plano.

En la política, debe de ejercitar un examen de conciencia profundo, porque son los políticos que han de demostrar ante la sociedad sus planteamientos sociales, políticos, etc., y estos han de estar inmaculados. Ellos han de servir a la sociedad, y no servirse o aprovecharse de sus cargos. No sé si habría que volver a las raíces y principios, pero lo que sí que parece obvio es que por este sendero no podemos continuar.

Hemos caído en un error sistémico, en esta democracia. Partimos el hecho de que la acción política es un órgano profesional, y esta concepción debería de revisarse. No es concebible que se haya instaurado en la sociedad, que los políticos vivan a costa de la política, y que accedan a ella, sin formación y sin otra profesión. Las consecuencias que pueden derivarse de este sistema, son que ante casos de corrupción manifiestamente escandalosos, las personas implicadas se aferren a sus sillones y sus cargos, porque no tienen otra profesión, donde puedan vivir y trabajar y utilicen por tanto estos cargos para sus intereses particulares. Max Weber, distinguió entre los políticos que viven para la política y los que viven de la política. Es el último caso, la ambición política deja de valer por sí misma, y se rebaja a los niveles de valores instrumentales al servicio del enriquecimiento.


La política se debe de regir, aparte de los criterios legales por principios éticos y morales de cara a la sociedad, Esa premisa de que siempre que se cumpla la legalidad, un político no debe de poner su cargo a disposición del partido, es un arma de doble filo y un flaco favor a la sociedad. Muchos comportamientos aunque a veces son legales en su forma, pueden llegar a ser inmorales y poco éticos en su fondo y por tanto totalmente reprochables

Una de las medidas que pueden adoptarse para evitar estas situaciones, seria, que todo cargo político, antes de acceder a su responsabilidad, tuviera una profesión independiente, con experiencia demostrada y cuyos ingresos no dependiera exclusivamente de su cargo.

La publicación pública de los patrimonios tanto al entrar como al salir de la vida pública, sería otra de las medidas de transparencia aplaudible.

La proclamación de listas abiertas, para la elección de los cargos públicos, modificando el actual reglamento que consiste en que las distintas ejecutivas seleccionen a sus candidatos a puertas cerradas..

La gestión de altas partidas presupuestarias en los distintos departamentos, ayuntamientos e instituciones públicas hace necesario que quien acceda a cargos públicos tenga la formación superior requerida y que por tanto sea competente en ella. Con ello evitaríamos que personal no cualificado este gestionando grandes presupuestos, que en la vida profesional no podría dado su escasa formación y competencias.

Casos de corrupción, van a continuar surgiendo, porque forma parte de nuestra condición humana, y la política no es ajena a ella. Todo poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe. Incluso cualquier persona con una sensibilidad moral excepcional, puede sucumbir frente a la tentación extraordinaria del poder. La cuestión en estos casos, es qué hacer con ella cuando se presenta y la forma de actuar en los partidos políticos. No puedo morderme la lengua sin denunciar que ante casos de corrupción, hay que ser tajante y no divagar, porque se compromete y se pone en cuestión a todo un partido. Como medida cautelar se debería de expulsar inmediatamente, a quienes estén inmersos en sospechas y procesos judiciales y en los casos en que se pruebe su inocencia, volverlos a admitir. Recordemos el término de moral y ética. El mirar a otro lado, “el tú más, etc., no conducen a nada, sino a justificar lo injustificable y aponer en duda los principios y valores de un partido político.

Cuando se está en la vida pública, la condición de servidumbre se debe basar en principios de transparencia, legalidad, ética y moral. La sociedad realiza un acto de fe, cada vez que ejerce su derecho al voto, es decir, confían en un determinado político, amigo o partido, y estos han de comprometerse a devolverles la confianza depositada en ellos. Los políticos han de demostrar que están diciendo la verdad día a día, y esto solo se consigue cuando estas premisas son las reglas de juego diarias. El incumplimiento de alguna de ellas, hace que el “castillo de la fe”, se desplome y que una gran parte de la sociedad muestre esa desafección hacia la vida política. Por tanto debemos de corregir estas actuaciones y no caer en el seguidismo y dogmas de fe, que desde algunas instancias superiores ejercen sobre las bases.

Hugo E. Hernández
Business Senior Consultant
Madrid, 5 Abril de 2010