domingo, 7 de octubre de 2012

¿Mi ciudad?

Estos días, me viene a la memoria, la Gandia, que conocí hace años. Una Gandia, con sus gentes, sus barrios, sus comercios, con ese olor a pan quemado, sus gentes paseando con sus mejores trajes los domingos por las tardes… Esos comercios que poco a poco van desapareciendo, en muchos barrios de mi ciudad, por la cruel y fría realidad de los números… que parece no tener fin.  Esta crisis que se va llevando poco a poco y en silencio, no únicamente la parte física de estos establecimientos, no únicamente el trabajo y el esfuerzo de muchas familias, ni los empleos indirectos, sino esa forma de ser del gandiense, ese trato personal cliente-botiguer, el olor característico de cada tienda, que como una plaga, van sustituyendo las franquicias, las grandes marcas  o las frías superficies de “low  cost” u “outlet, que mal suena no? Buenos días!  No perdone! usted aquí esto no se dice, coja su prenda y paga en la caja rápida, si ,si la del escáner. Parece que algo se nos escapa, y no únicamente la impotencia de aquella demanda que nunca llega, y no es por echar mas horas de trabajo, sencillamente porque el dinero no cambia de manos, sino por aquel botiguer que nos saluda, y nos envuelve el producto en papel de estraza. Ni siquiera el otoño hace que esta niebla se despeje. Las altas temperaturas y el buen tiempo reinante, de un verano que se resiste a dejarnos, y quitarnos esa arena molesta de las manos. El clima está cambiando es un hecho, aunque nos pongamos una venda en los ojos, sigue pretérito su curso, y por el momento, no nos permite gozar de esas tardes frescas que alivian los pasados días calurosos de verano. ¿Mi ciudad?...... perdone usted, pero no la reconozco.